domingo, 16 de noviembre de 2008

EUCARISTÍA CLAUSURA

La Eucaristía de clausura del Año Jubilar, fue presidida por D. Baltazar Porras, Arzobispo de Mérida (Venezuela) y concelebrada por D. Javier Salinas, Obispo de Tortosa y varios sacerdotes de las Diócesis de Tortosa y Castellón.

Monición de entrada:
Peregrinado con Mª Rosa, llegamos a la Casa Madre, cuna de la Congregación, santuario donde la Madre nos espera. Durante el camino nos ha alentado un deseo: vivir lo que ella vivió, seguir sus pisadas, firmes y seguras, por la ruta de la Consolación. Ella abrió el camino, nosotros lo continuamos. María Rosa, bienaventurada junto a Cristo, el Hijo de Dios Padre, intercede por todos nosotros y su oración sigue escuchándose: “sólo deseo que el pobre sea servido”.

Traemos ante el Señor, al obra que él ama, los países donde la Consolación ha sido sembrada, 17 culturas diversas, realidades sociales diferentes que como vasijas de barro han recibido agradecidas el Carisma, pero un mismo Espíritu y un mismo deseo: “morir y vivir en caridad”. Vasijas de barro vestidas con el color de la esperanza puesta en Dios, que llevará a plenitud el carisma de la consolación derramado como agua viva en el corazón de las culturas donde se ha extendido el carisma de Mª Rosa Molas. Nuestra meta común es dejarnos alcanzar por Cristo; nuestro fin, nuestro objetivo como familia de la consolación: ¡hacer amar, conocer y venerar a nuestro Señor Jesucristo”. Nuestra oración hecha grito es: ¡Aquí estamos, Señor! Nuestra petición: ¡no abandones la obra de tus manos! Nuestra última palabra al terminar el año jubilar: ¡Gracias!.

El Espíritu Santo nos unirá, en esta celebración, como granos de un mismo pan, a la entrega de Cristo por toda la humanidad: la Eucaristía. Fijemos, pues, los ojos en Cristo, hagamos como la Virgen María: acojamos su Palabra y dispongámonos a hacer lo que El nos diga. Démosle gracias por estos 150 años de fecundidad carismática en todas las hermanas y laicos que han secundado el carisma y ofrezcámosle nuestras vidas para seguir expandiendo la Consolación, en comunión con la Iglesia.

Procesión de entrada:
Una Hermana representante de cada país entrará en procesión llevando como signo una vasija de barro.

Monición a las lecturas:
Abramos nuestro corazón a la Palabra de Dios, espabilemos nuestro oído interior para escuchar. Dios mismo nos habla.

En la primera lectura escucharemos el grito de Dios en el profeta Isaías: ¡Consolad, consolad a mi pueblo! Es un grito de ayer y de hoy, un grito de Dios que llega hasta nosotros.

Con el Salmista bendecimos al Señor por confiarnos la misión de consolar, por tanto bien recibido en estos 150 años de historia.

En la segunda lectura recibimos la invitación de San Pablo de dar gracias de corazón con salmos, himnos y cánticos inspirados.

Finalmente, en el Evangelio, Jesús nos muestra el camino de la felicidad, de la verdadera consolación, las bienaventuranzas que él mismo vivió y nos ha dejado como reto y misión.

Lecturas:
Is 40, 1-2, 6-9, 29-30
Col. 3, 12-17
Mt 5, 1-12

Oración de los fieles:
-Por la Iglesia que avanza por el mundo entre las persecuciones de los hombres y el consuelo de Dios, para que congregue en la unidad y el amor a todos los cristianos y sea sacramento visible de la consolación para todos los hombres.

-Por todas las naciones, para que reciban el mensaje de la salvación de Jesucristo y sus gobernantes velen por la paz, la libertad y la justicia que viene de Dios.

-Por las familias, para que, viviendo en la unidad, el amor y la fidelidad, seamos lugar privilegiado de evangelización y de transmisión de los valores cristianos.

-Por los niños y jóvenes que estudiamos en los centros educativos de la Consolación, para que los valores eternos del Evangelio sean el fundamento de nuestra formación humana y cristiana.

-Para que, en medio del dolor y el sufrimiento, los enfermos y ancianos, los que carecen de libertad o están solos o deprimidos, descubran el consuelo que viene de Dios.

-Para que el Señor recompense la tarea de los voluntarios y nos dé fuerza e ilusión para seguir haciendo el bien y entregarnos con amor y desinterés.

-Por cada uno de nosotros que hemos peregrinado, como una gran familia, para bendecir y alabar a Dios, para que, derrochemos el consuelo y la misericordia que Él nos da y anunciemos al mundo la Buena Noticia del Evangelio.

-Para que María, Madre de Consolación, sostenga en la entrega fiel a quienes seguimos más de cerca a su Hijo y conceda generosidad a los que están siendo llamados a consagrarse a Dios en la familia de la Consolación.


Monición a las ofrendas:
La Regla Común, escrita por la Madre, que una hermana mayor lleva ante el altar, representa el carisma encarnado, proclamado y testimoniado en este siglo y medio de vida de la Consolación. Presentamos al Señor todo lo vivido en estos 150 años de vida del Carisma, ponemos nuestro pasado en manos de Dios para que lo acoja, lo perdona y lo transforme.

El Carisma de la Consolación está presente en diecisiete países de Europa, América, África y Ásia. Con el globo terráqueo ponemos en las manos de Dios las culturas que ponen rostro a nuestra familia, son el presente de la Consolación. Confiaos a Dios la vida de tantos hombres y mujeres que viven el carisma, para que el Señor nos haga dar frutos de consolación.

Llevamos al altar el futuro de la familia de la Consolación, representado en esta tierra y semillas. Pedimos que nuestras vidas sean tierra buena, donde germinen las semillas de consolación que Dios siempre en nosotras y crezcan y germinen para la vida eterna.

En el momento de acción de gracias tuvo lugar el envío. Monición de envío:
Cerramos el Año Jubilar, pero abrimos la puerta a la misión, a nuevas culturas, a nuevos ámbitos y renovamos la misión que nos ha sido confiada donde estamos: familia, trabajo, escuela, hospital, calle, dolor, servicio… nos sentimos todos enviados en aquellos que nos representan: una hermana y una misionera, un matrimonio, un niño y un joven, un voluntario y un miembro de DELWENDE, un enfermo y un anciano. Ellos saldrán a la calle, a continuar la misión de consolar, lo mismo que nosotros al salir de estos muros.

Les van a ser entregados dos signos para la misión: la sal, signo de la misericordia de Dios que lo penetra todo y la luz, signo de la Consolación que lo envuelve todo, para que el sueño de Dios acogido por María Rosa siga germinando y haciéndose presente hoy en todos los ambientes en que nos encontramos.

El Presidente entrega la sal y la luz diciendo: “Recibid la sal de la misericordia y la luz de la consolación”. Después de la entrega de los símbolos se realiza el envío de todos diciendo: Id y consolad al mundo, anunciando la Buena Nueva de la consolación.

A continuación la Madre General de lectura a la Carta que ha recibido del Vaticano, con el saludo de Su Santidad Benedicto XVI.